Corriendo tras la coyuntura
Por Alberto Benegas Lynch (h)
Los problemas agudos que se viven no se
circunscriben a la región latinoamericana sino que se extienden a Europa
e incluso a Estados Unidos, el otrora baluarte del mundo libre. En este
último sentido acaba de aparecer la segunda edición de mi libro Estados Unidos contra Estados Unidos
por Unión Editorial de Madrid (la primera fue por el Fondo de Cultura
Económica), donde me explayo sobre este caso de tanta relevancia para el
futuro de la conducta civilizada siempre basada en el valor moral del
respeto recíproco.
Básicamente podemos decir que los
problemas que se suscitan en las diversas regiones se deben a un
engrosamiento desmedido y grotesco del Leviatán y los consecuentes
atropellos a las libertades individuales y la elemental consideración
por la dignidad de las personas.
Es lamentablemente
cierto que no son pocos los casos en los que los propios interesados
aparecen como reclamando mayor intromisión en sus vidas y haciendas. Es
la tenebrosa antiutopía de Huxley que va mucho más allá del ya de por sí
inquietante y peligroso pronóstico orwelliano, lo cual afecta
severamente a quienes mantienen su autoestima y no aceptan entregarse a
las fauces del aparato de la fuerza.
Dada esta situación que tiende a
agravarse (salvo en muy contadas y honrosas excepciones), los espíritus
libres deben considerar cuidadosamente la forma de revertir esta
tendencia antes que resulte demasiado tarde.
No hay conflicto ni incompatibilidad
entre ideas e intereses que en no pocas ocasiones se suelen presentar en
conflicto. Los intereses son también ideas, por lo que debe prestarse
especial atención a este campo. En la mayor parte de las acciones y
propuestas no hay maldad sino buena voluntad y las mejores intenciones,
el tema estriba en la idea que se encuentra tras las conductas, es
decir, como se conciben los nexos causales correspondientes, en otros
términos, cual es la teoría que fundamenta tal o cual política. “Nada
hay más práctico que una buena teoría” ha dicho con mucha razón Paul
Painlavé.
Todo lo que ha creado el hombre se basa
en una teoría, si el resultado en bueno quiere decir que la teoría es
correcta si es malo significa que la teoría es equivocada. Esto va desde
el método para sembrar y cosechar, la fabricación de una computadora,
hasta la plataforma de un partido político.
Ideas y teorías son conceptos que
interpretan diversos sucesos, como se ha apuntado tantas veces no se
trata de “ideologías” en el sentido de propuestas cerradas e
inexpugnables, por el contrario, se trata de procesos abiertos dado que
el conocimiento tiene el carácter de la provisionalidad sujeto a
refutaciones y en un contexto siempre evolutivo.
Entonces, si la raíz del asunto estriba
en las ideas es allí donde debe concentrarse el trabajo: en debates
abiertos y en el estudio desapasionado de diversas corrientes de
pensamiento ya que la cultura forma parte de un entramado de préstamos y
donativos, de recibos y entregas múltiples que se alimentan entre sí
conformando una textura que no tiene término.
Sin embargo, se observa que la mayoría
de quienes desean de buena fe terminar con la malaria paradójicamente se
dedican a la coyuntura y a repetir lo que está en los periódicos y que
todo el mundo sabe. El relato de la coyuntura no escarba en el fondo del
asunto, se limita a mostrar lo que ocurre lo cual ni siquiera puede
interpretarse si no se dispone de un adecuando esqueleto conceptual. Más
bien es pertinente subrayar que la buena coyuntura se dará por
añadidura si se comprende y comparte la teoría que permite corregir lo
que haya que corregir.
Por parte de los que se
dicen partidarios de la sociedad abierta hay un gran descuido de las
faenas educativas, muy especialmente en lo que hace a la gente joven en
ámbitos universitarios que constituye el microclima del que parirá el
futuro. En cambio, se dirigen a quienes al momento tienen posiciones de
poder sin percatarse de la futilidad de la tarea. Se dice que no hay
tiempo que perder y que el trabajo estudiantil es a muy largo plazo, lo
cual vienen repitiendo desde tiempo inmemorial. Por otra parte, los
espíritus totalitarios vienen operando con notable éxito en colegios y
casas de estudio universitarias desde siempre, con lo que han logrado un
plafón intelectual de enormes proporciones que naturalmente empujan a
la articulación de un discurso político en sintonía con esa tendencia.
Tienen presente los dichos de Gramsci y Mao que respectivamente rezan de
este modo: “tomen la cultura y la educación y el resto se dará por
añadidura” y “la marcha más larga comienza con el primer paso”.
Está bien ilustrar la idea con la
coyuntura como anclaje para algún ejemplo, pero sin perder de vista que
es aquella la que marca el rumbo y nada se gana con inundar de series
estadísticas si no se tiene clara la teoría que subyace. Es que no pocos
de los que se circunscriben a los datos de coyuntura desconocen los
fundamentos de la propia filosofía que dicen suscribir. Esto se nota ni
bien salen temas de fondo como los fundamentos éticos, jurídicos,
económicos y filosóficos de la tradición liberal.
La dedicación a la enseñanza es tanto
más necesaria cuanto que los socialismos de diversas tonalidades apuntan
a sentimientos de superficie y evitan hurgar en razonamientos que
permiten vislumbrar las ventajas de la libertad. En este mismo sentido,
el premio Nobel en economía Friedrich Hayek nos advierte que “la
economía es contraintuitiva” y el decimonónico Bastiat insistía en que
el buen analista hurga en “lo que se ve y lo que no se ve”, lo cual
demanda esfuerzos adicionales.
Como la energía es limitada y los
recursos disponibles también lo son, conviene establecer prioridades
para enfrentar los crecientes desmanes de los gobiernos, supuestos
defensores de las autonomías individuales. Correr tras las coyunturas es
poner la carreta delante de los caballos, se requiere como el pan de
cada día el prestar debida atención al debate de ideas ya que son éstas
precisamente las que generan tal o cual coyuntura.
Finalmente, conviene precisar que por el
momento no hay ningún mecanismo de gobierno que mejore la marca de la
democracia, lo cual no significa rendirse ante espacios por los que se
filtra el rostro del autoritarismo con la pretensión de que mayorías
circunstanciales expriman y aplasten los derechos de las minorías, por
eso se hace necesario estar alerta y reforzar procedimientos para
maniatar al Leviatán. En esta línea de pensamiento, debe subrayarse que
en el plano político se requiere el consenso y la negociación entre
posturas diferentes al efecto de permitir la convivencia, pero lo que
destacamos en este artículo es la imperiosa necesidad de esforzarse en
incentivar debates abiertos de ideas en la esperanza de que la
comprensión de los beneficios de la libertad se hagan más patentes, para
lo que el enfrascarse en mediciones y estadísticas no contribuye al
objetivo de marras tal como consigné al explorar otros aspectos en una
columna (titulada “La manía de la medición y las estadísticas”).
En otras palabras, correr tras la
coyuntura es un certamen destinado al completo fracaso puesto que los
números serán cada vez peores debido, precisamente, a que no se han
comprendido las ideas que posibilitan la corrección de datos que
constituyen la expresión de lo que ocurre. Comprendo que algunos en la
desesperación -porque la barranca abajo en su país es muy empinada- hay
quienes se empeñan en batallar con cifras con la pretensión de que se
entienda el desastre pero, como queda dicho, es equivalente a correr
tras la sombra de uno mismo con el sol a las espaldas que nunca se
alcanza, hasta que en nuestro caso se decida “tomar el toro por las
astas” y encarar el problema de fondo y aclarar las ideas que subyacen a
los datos de coyuntura.